Quizá no hay que buscar en los confines del Universo para encontrar pequeñas formas de vida. Y es que los últimos descubrimientos han elevado el optimismo de los científicos respecto a la posible existencia de vida en el Sistema Solar.
En 1996, el presidente de los Estados Unidos presentó al mundo un meteorito de origen marciano que contenía restos fosilizados de materia orgánica. Aquello significaba que en el pasado más remoto de Marte existieron formas de vida. Posteriores trabajos “desmintieron” aquella información y ofrecieron una tesis alternativa que echó por tierra la posible vida marciana. No obstante, otros estudios recientes llevados a cabo por científicos adscritos a la NASA –como la española Carmen Ascaso– volvían a recuperar la tesis original. Tras los estudios que realizó, aquellas cadenas fosilizadas se presentaban como una indudable evidencia de vida. Pero los dimes y diretes no han concluido: entre los días 26 y 30 de marzo, los científicos de la Fundación Carnegie presentaron en la Conferencia de Astrobiología de Washington un trabajo según el cual esos fósiles “podrían representar la primera evidencia de síntesis no biológica de moléculas orgánicas en Marte”. Pese a ello, los responsables del trabajo todavía no las tienen todas consigo: “No hemos disipado el debate sobre si existen evidencias de vida en ese meteorito”, concluyeron los investigadores.
Diez años después de que un exultante Bill Clinton presentara el descubrimiento, las disputas sobre esos “fósiles” han hecho anidar el escepticismo. Pese a ello, las pruebas a favor de la existencia de formas de vida en el Sistema Solar son más abrumadoras que nunca. Y todo ello sin abandonar el planeta rojo, porque la investigación de otro meteorito que antaño formó parte de la superficie de Marte ha sido una agradable sorpresa para los estudiosos. Nos referimos al que cayó en el año 1911 en Nakhla (Egipto) y que ha sido objeto de un estudio por parte de Kathie Thomas Keprta, integrante del Centro Espacial Johnson de la NASA.
El análisis reveló la presencia de componentes carbonosos que podrían ser un indicativo de vida primitiva ya que por sus características tendría un origen biológico. Para la estudiosa, las grietas en la piedra dentro de las cuales se ha hallado esta “pista” podrían revelar dos cosas: que elementos terrestres contaminaron la muestra en tiempos recientes o que existió biología en el pasado de Marte. Hasta el momento –a falta de confrontar su tesis– la apuesta de Keprta se decanta por la segunda opción. Pero éste es sólo el enésimo estudio que ha aparecido en los últimos meses respecto a indicios de vida en Marte. De hecho, Seth Shostak, el astrobiólogo más popular del momento, no sólo admite que existió vida en el pasado marciano sino que cree que podría existir a día de hoy. ¿Dónde? En balsas de agua líquida que estarían bajo la superficie: “Si existiera, la vida podría haber encontrado refugio ahí y lograría sobrevivir gracias a las fuentes de calor geológicas internas que conservan tibios esos putativos acuíferos” que podrían existir, según deducen algunos estudiosos a partir de los datos obtenidos gracias a las recientes misiones espaciales
Diez años después de que un exultante Bill Clinton presentara el descubrimiento, las disputas sobre esos “fósiles” han hecho anidar el escepticismo. Pese a ello, las pruebas a favor de la existencia de formas de vida en el Sistema Solar son más abrumadoras que nunca. Y todo ello sin abandonar el planeta rojo, porque la investigación de otro meteorito que antaño formó parte de la superficie de Marte ha sido una agradable sorpresa para los estudiosos. Nos referimos al que cayó en el año 1911 en Nakhla (Egipto) y que ha sido objeto de un estudio por parte de Kathie Thomas Keprta, integrante del Centro Espacial Johnson de la NASA.
El análisis reveló la presencia de componentes carbonosos que podrían ser un indicativo de vida primitiva ya que por sus características tendría un origen biológico. Para la estudiosa, las grietas en la piedra dentro de las cuales se ha hallado esta “pista” podrían revelar dos cosas: que elementos terrestres contaminaron la muestra en tiempos recientes o que existió biología en el pasado de Marte. Hasta el momento –a falta de confrontar su tesis– la apuesta de Keprta se decanta por la segunda opción. Pero éste es sólo el enésimo estudio que ha aparecido en los últimos meses respecto a indicios de vida en Marte. De hecho, Seth Shostak, el astrobiólogo más popular del momento, no sólo admite que existió vida en el pasado marciano sino que cree que podría existir a día de hoy. ¿Dónde? En balsas de agua líquida que estarían bajo la superficie: “Si existiera, la vida podría haber encontrado refugio ahí y lograría sobrevivir gracias a las fuentes de calor geológicas internas que conservan tibios esos putativos acuíferos” que podrían existir, según deducen algunos estudiosos a partir de los datos obtenidos gracias a las recientes misiones espaciales
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